domingo, 30 de octubre de 2011

Todas las reservas al asador Una política cambiaria transitoria Por Enrique Szewach

Un acuerdo de precios y salarios podría congelar la situación actual, pero todavía falta determinar una serie de políticas que restablezcan la competitividad, el verdadero problema de la economía nacional.

Por Enrique Szewach
Nota publica en PERFIL el 29/10/11

Hace apenas unos meses, la principal preocupación cambiaria de la Argentina era cómo hacer para que el tipo de cambio real (la relación entre el precio del dólar en la Argentina, neto de inflación local, y el precio del dólar en el mundo con el que comerciamos y competimos, neto de sus respectivas inflaciones) no cayera más, dada la sobreoferta de dólares. El Banco Central, en ese contexto, compraba dólares y le ponía un “piso” a la cotización nominal, mientras el aumento de los costos internos deterioraba la competitividad.

Hoy, subrayo, apenas unos meses después, la principal preocupación cambiaria sigue siendo la misma. Pero ahora, el Banco Central vende dólares y le pone un “techo” a la cotización nominal.

En otras palabras, la pérdida de competitividad cambiaria de la Argentina (la inflación en dólares, para ponerlo en castellano básico y antiguo) se dio mientras había sobreoferta de dólares y el Central compraba, y se da ahora, cuando hay sobredemanda de dólares y el Central vende.

Primera reflexión: el problema de la caída del tipo de cambio real es independiente de la oferta neta de dólares y tiene que ver con la política de expansión artificial de la demanda interna. Segunda reflexión: el Banco Central no quiere actuar modificando el tipo de cambio nominal, ni cuando sobran dólares, revaluando la moneda, como hicieron nuestros vecinos en esa situación, ni devaluando el peso, cuando hay exceso de demanda de dólares, como hacen nuestros vecinos en la misma situación. Es decir, la política cambiaria actual consiste en actuar “sobre las cantidades” sin usar el precio.

Actuar sobre las cantidades implica vender reservas, restringir la demanda de dólares con regulaciones y prohibiciones varias y aumentar la oferta, obligando a pasar por el mercado oficial de cambios a aquellos que, hasta ahora, por diversas razones –cuestión institucional, y tema para otra nota– estaban exentos de hacerlo.

Pero ir por el lado de las cantidades sólo tiene sentido si estamos ante un fenómeno meramente transitorio. Porque si la demanda excedente de dólares es estructural, tarde o temprano las cantidades se acaban e igual hay que ir por el lado del precio. Lo que hay que evaluar, entonces, es si estamos ante una situación transitoria o no. Para ello, obviamente, hay que preguntarse: ¿por qué se están dolarizando los ahorros de los argentinos?

La respuesta a este interrogante podría ser que, como estamos ante un proceso de inflación en dólares de magnitud, hace ya varios años, la gente tiene la “intuición” de que el Gobierno se verá obligado a devaluar para restaurar el nivel de precios en dólares compatible con la productividad de la economía argentina.

Téngase en cuenta, sin embargo, que esta pérdida de competitividad se ha visto atenuada, porque el fenómeno de la inflación en dólares no es patrimonio exclusivo del peso argentino. Lo mismo ha sucedido, hasta hace poco, con el real brasileño o el peso chileno o el uruguayo. Es decir, se estuvo devaluando el dólar en el mundo, en el marco de la “solución” norteamericana, a sus propios problemas de nivel de actividad. Y porque, además, el gobierno argentino protege con prohibiciones de importar, cuotas, restricciones, a los sectores supuestamente más vulnerables a la competencia externa (aunque esto está limitado por la integración global de la producción, y las represalias de los socios comerciales).

Pero aún atenuada, la pérdida de competitividad parece evidente y, a menos que el dólar se siga devaluando fuerte en el mundo que nos importa, es un problema.

Por lo tanto, este fenómeno de compra de dólares sólo podría calificarse de “transitorio” si el problema de competitividad de la economía argentina se pudiera solucionar de otra manera. Sin embargo, lo único que ha trascendido como política futura es un eventual acuerdo de precios y salarios que, en el mejor de los casos, congela la situación actual, pero no la mejora.

De manera que si la compra de dólares responde a la idea de que la Argentina está cara en dólares, y no hay a la vista un programa fiscal y financiero que nos “abarate”, la solución “cantidades” sólo es perder el tiempo y las reservas.

Pero, sin cambios en la política fiscal, salvo que cambie el mundo, tampoco será exitoso actuar sobre el precio del dólar, aunque se intente

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